domingo, 21 de agosto de 2011

CARMEN BOULLOSA :


Yo soy cada día más mexicana, porque infancia es destino.

Entrevista realizada por: Inés Muñoz Aguirre



Autora de Las paredes hablan, El Complot de los Románticos, La virgen y el violín, El fantasma y el poeta, El Velásquez de París, La otra mano de Lepanto, Cielos de la tierra, La milagrosa y Mejor desaparece, por nombrar algunas, CARMEN BOULLOSA  esa poeta mexicana, dramaturgo, ganadora de tantos premios, residente en Nueva York y esposa de un ganador del codiciado Pulitzer, es menuda, de largo pelo negro y voz de niña. En contraste su lenguaje apresurado nos invita a jugar con la imaginación, porque hilvana muy bien las palabras para contarnos su historia.  
_Una historia que quiero ubicar en la infancia. ¿Será posible que en este breve encuentro podamos retroceder en el tiempo para acercarnos a la niña que luego se hace escritora?
_Tengo varias infancias.  Tengo una primera infancia cuando sólo éramos dos hermanas, hasta mis cinco años de edad. Recuerdo esta época de mi vida casi como un paraíso. Fue una etapa muy especial, muy dulce. Mi mamá era muy joven y mi papá también. Tenían mucha vida fuera de la casa. Yo pasaba gran parte de los días con mi abuela materna. Ella tenía sobre los otros una virtud y es que me dejaba pasarme a su cama en la noche. Siempre tuve miedo nocturno, a la oscuridad y a la noche. Desde muy pequeñita me intentaba pasar a la cama de mis papás, intentaba dormir con alguien. Mi hermana se hacía pipí, así que no me servía de refugio. Y cuando me permitían dormir con mi abuela me quedaba pegada a ella, al cuerpo de mi abuela; al olor de mi abuela. Luego yo la veía trabajar en la cocina o en su negocio. Tenía ella un laboratorio para la materia prima farmacéutica.  Era una mujer muy emprendedora, había sacado adelante a sus hijos porque enviudó muy joven.  Tenía su propia empresa con sus empleados. Yo la acompañaba al laboratorio, donde había unos olores especiales. Algunos no gratos como el boldo, otros  gratos y perfumados.
_Las abuelas siempre tienen historias, hay quienes las escuchan y otros niños que no, depende de los intereses de esos niños…
_Si. Yo la oía contar sus historias. Mi abuela era una narradora oral. Venía de Tabasco, del Caribe mexicano. Tenía una capacidad de contar y de narrar. Era la Sherezada del área. Era una maravilla cuando me contaba y me hablaba, a veces en sus labores y otras en las que sólo nos reuníamos a platicar.
_¿Y la relación con tus padres como la recuerdas?
_Mi papá trabajaba mucho, trabajaba obsesivamente. Mi papá cuando tenía tiempo en la noche nos leía a mi hermana y a mí. Desde que yo era muy pequeñita. Esta fue la primera etapa de mi infancia. Cuando nació mi hermana María José, que murió muy jovencita, cambió la dinámica de la familia. Mi mamá se quedó más tiempo en la casa, por lo tanto salíamos menos a casa de la abuela. Se hizo otro núcleo familiar más centrado en la casa. Mi papá también cambió los horarios en la fábrica, estaba más tiempo con nosotros.
_¿Cómo se inicia la segunda etapa de tu vida familiar?
_Mis papás que eran muy inquietos y muy jóvenes decidieron que nos íbamos a ir de familia misionera. Comenzaron a preguntarse  ¿dónde había pobres? Dijeron que en la India. Ya nos íbamos a ir cuando un cura, amigo de unos amigos los convención de que no nos fuéramos a la India, que no hacía falta irnos tan lejos, que se fueran a un pueblo indio mexicano donde se hablaba náhuatl, otomí y otras lenguas. Mi papá dejó la fábrica un año, mi mamá tomó un curso de enfermería para poder fundar el dispensario y nos fuimos. Era un modelo muy raro para una familia católica y siendo burgueses nos fuimos a vivir muy des burgués. Para llegar, tomábamos un camión o un transporte para llegar a Tantoyuca, de allí tomábamos una avioneta y después los caminos lodosos para llegar a este lugar, donde ahora, ya hay carretera y nadie entiende de lo que estoy hablando porque además de caminos en Huejutla, hay luz eléctrica, ya hay todo, pero   en aquel entonces era un punto muy remoto y allí pasamos un año.

LA AVENTURA DE LAS FILMINAS
_ ¿Cómo dos niñas enfrentan esta nueva vida?
_Fue un año capital en mi formación: Yo era una niña de ciudad, burguesa, de familia acomodada, con servicio domestico, rodeada de otro mundo. Las mujeres de servicio domestico y las nanas, eran mujeres indias que hablaban el español con dificultad y que lo aprendían en casa, pero en este viaje las extranjeras éramos nosotras, mi hermana y yo. Mi hermana aun se quedaba en casa porque era muy chiquitita y mi hermano menor el bebé. El servicio domestico lo habíamos traído desde México; pero en el pueblo, en el mercado, hablaban en su lengua y se burlaban de nosotros.
_ ¿Qué aprendiste de esta experiencia?
_Aprendí los olores, los gustos; escuché las charlas, desgraciadamente no aprendí lengua india, pero la oí, la escuela era muy diferente, con un perfil completamente distinto. Mi papá siempre había estado en una labor diferente, en la fábrica, de generar una fuente de riqueza, una fuente de trabajo para mucha gente pasó a abrir el seminario, abrió la secundaria; trabajaba mucho también. A la casa entraban y salían personas que venían de la ciudad de México; catequistas, y nosotros emprendíamos aventuras por caminos lodosos para llevar un mensaje.
_¿Qué tipo de mensaje?
_Llevábamos la vida de santos en filminas. Las filminas eran como rollos de fotografías de las de antes, por los que pasaba un rayo de luz y proyectaban una imagen en una pantalla. Vivíamos distintas experiencias, llegamos a un pueblo donde no había luz eléctrica, en el camino nos habíamos atascado y una vez allí, mi tío Gustavo que venía con nosotros, conectaba el tocadiscos y el proyector a la batería del carro como fuente de energía. Mi papá ponía la pantalla. Mi papá decía algunas palabras, me imagino que no le entendían ni pío porque hablaba en español. Llegaba la hora de proyectar las filminas, mi hermana ponía el disco y mi trabajo era cambiar la filmina cuando sonaba un pequeño pito. Me fascinaban las historias de santos. Eran como caricaturas, de Santa Lucía; de Santa Dorotea, de San Sebastián; todos los santos. Luego ya nos subíamos al jeep y mi hermana y yo nos quedábamos dormidas. Quiero decir que todo esto para mi alma novelística fue maravilloso.
_ Después de esta experiencia tan enriquecedora, qué sucede a tu regreso a Ciudad de México?
_Cuando regresamos a Ciudad de México, nos cambiamos desgraciadamente de barrio y nos fuimos a vivir a un barrio más burgués.  Lejos de mi abuela, para mí la pérdida de mi abuela fue muy dura. Ella varias veces nos fue a ver en nuestra aventura y decía que ese era un pueblo maldito y pulgoso, que mamá estaba loca, que papá estaba loco. Se quejaba de  lo que sometían a los niños, había muchas quejas de la suegra. Nos fuimos muy lejos de ella, a unos 20 ó 25 minutos sin tráfico. Mi mamá entró a estudiar sicología, iba a la universidad de los Jesuitas, allí comienza otra etapa de mi infancia.
_¿La podríamos definir como una tercera etapa?
_Si, una etapa con la ausencia de la abuela, con el miedo nocturno que no se me había quitado. Yo sigo siendo insomne, duermo muy mal. Había otro tipo de ambiente social alrededor mío, en contraste con el mundo de dónde veníamos. La escuela era de monjas americanas, Las Ursulinas. Se hablaba en inglés. En México estaba prohibida la educación religiosa. Estaba prohibido que las monjas y los curas tuvieran escuelas. Nos llamábamos oficialmente el Instituto Unión pero éramos el instituto o Academia Merici. Cuando venía el inspector escondíamos los libros, dejábamos de hablar inglés y sacábamos el libro de texto gratuito, con un dibujo de la madre patria en la portada. Tuve una cultura doble aunque muy mexicana.  Me leí los libros de texto gratuito, leíamos la historia oficial de México. La república socialista mexicana de aquel entonces, que ya no existe. Paradójicamente en mi escuela estudiaban las nietas de los generales de la revolución. Los herederos de la revolución.  Hijas de presidentes, nietas de presidentes, en una escuela que legalmente estaba prohibida. En esa época es donde muere mi mamá.
_ Con una historia de vida que se acerca mucho a un cuento o a una novela, ¿crees que de allí viene tu capital de escritora? Te hago esta pregunta porque siempre he pensado  que los códigos que uno adquiere de niño son fundamentales
_ Yo sí creo que mi capital de escritora viene de esa época, a los cuentos de la abuela, a los libros de la casa; mi padre es un gran lector, leía siempre. Nos llevaba al teatro, la opera y desde muy chiquitas nos llevaba a los museos. Mi tía era historiadora, nos hablaba y nos llevaba al centro de la ciudad. Había un deseo de darnos un mundo fuerte.
_ ¿De niña escribías?
_Yo llevaba un diario desde niña, que era lo propio. Recuerdo que yo llevaba diario y una muy buena amiga de la escuela que sigue siendo mi amiga que se llama Marisa. Las dos llevábamos diario con llavecita. Escribía muchas cartas. Mis amigas de la escuela se iban, que era séptimo de primaria, algunas se iban a Suiza, las familias nos tenían fuera un año y nos escribíamos largas cartas. Con la muerte de mi mamá yo pasé de ser lectora, había leído tanto Jane Austen;  Cortázar, a Borges a quien no comprendía tan jovencita;  tal vez fue el boom por ejemplo “Las memorias de Neruda” la fuerza de Cortázar, Donoso, Lezama. Todo era tan fuerte que yo pensé que ese era mi mundo.
_ El mundo de los sueños, pero también de absorber lo que sucede alrededor.
_Yo me consideraba escritora, no sabía que me tenía que hacer de un oficio. Empecé a hacer libritos míos, engolaba las hojas. Hay fotos de la familia cuando yo tenía como doce años que están los niños jugando y yo estoy sentada leyendo “Los Miserables” de Víctor Hugo. Primero solo era apetito, pasión necesidad y con los años pasó a ser disciplina.

UN NUEVO AMANECER
_ ¿Y la muerte de tu madre? Hay quienes mencionan que fue un hecho determinante para tu futura carrera…
_ Cuando muere mi mamá fue muy difícil. Dejé la casa de mi papá muy pronto, me desclasé. Me volví  una poeta pobre. Entré a otra ciudad, que era la ciudad de los poetas de México. La ciudad de Octavio Paz, la ciudad de la que habla tanto Roberto Bolaño en “Los detectives salvajes” y ahí viví mi formación profesional de escritora. Allí me reuní con poetas magníficos. Tuve la suerte de pertenecer a una generación de primera línea.
_¿Cual es el momento en que empiezas a escribir con mayor conciencia o claridad sobre lo que estabas escribiendo?
_Lo primero que escribí fueron cuentos cuando muere mi mamá, porque todo se me volvió muy difícil.  Mi papá se casó de nuevo justo al año, con una mujer que no nos tenía ninguna estimación sino todo lo contrario, nos hizo la guerra. Mi mundo familiar se desmoronó. Fui una niña que tardó mucho en crecer. Mi mundo de niña desapareció para meterme en un mundo de adultos. La ciudad de México cambió mucho. Se acababa de abrir El Metro, habíamos tenido un gobernante de la ciudad que había conservado la ilusión de que era una ciudad y no la metrópolis que es ahora, la que conocemos, la ciudad del caos y la multitud.  Yo no reconocía mi ciudad, mi cuerpo, mi casa, ni nada; y me hice, me agarré, me sostuve, hice mi columna vertebral escribiendo, con la convicción de que un día dije yo soy escritora.
_ ¿En ese ejercicio, te planteabas mostrar lo qué estabas haciendo, a quien recuerdas como referencia en el momento en que muestras tu trabajo?
_Yo empecé a escribir mis cuentitos, empecé después a probar poemas. Conocí a Chabuca Granda que me la presentaron las hijas del embajador de Perú. Fue para mí una persona muy importante, fue un contacto corto; creo que debe haber estado en México por un mes.  Para mí fue tan importante porque fue el que alguien mayor que mi padre me dijera que estaba bien, que yo tenía talento. Mi papá a todas estas, le parecía que yo estaba perdida. No le interesaba, le parecía absurdo, lo veía como un capricho de niña y yo ya tenía 16 años cuando conocí a Chabuca. Ya era grande. Ella me presentó poetas, me llevaba a sus reuniones;  me alentaba a ponerle letra a una música. Ella estaba conmigo, me estimuló y me dio un poco la aprobación y el dialogo, me dijo que tenía que leer a Vallejo, que yo no lo había leído porque en la casa lo que estaba era Borges; me abrió un mundo y de allí, ya yo entré en la universidad.
_¿Cómo se producen las primeras publicaciones?
_Tengo dos primeros editores de libros que se publicaron casi simultáneamente. El primero fue Juan Pascoe del  Taller Martín Pescador. Ahí publicó su primer libro Bolaño, publicó el poeta José Luis Rivas su primer libro; publicaba Octavio Paz y Efraín Huerta que era del bando de Bolaño. Era la casa editorial que tenía los dos bandos de los escritores de entonces, los populistas y los exquisitos. Yo era de los exquisitos, lo sigo siendo. Veronica Volkow es quien nos lleva a Juan Pascoe, publicó mucho antes que nosotros, siendo bisnieta de Trotsky, ella tenía el nexo con Huerta y con Paz. Y luego la otra casa editorial que nació de la mano de  Federico Campbell. La fundó, porque se dio cuenta que nacía una nueva generación de escritores. Se llama “La máquina de escribir”. Allí publicó por primera vez Juan Villoro; Fabio Morábito, Francisco Hinojosa,  Antonio Deltoro, ese es mi otro primer editor. Allí nació toda esta generación que todavía existe.
Yo junté esto con el mundo de mi abuela. Una vez al año yo iba a Tabasco que se parecía a Cumaná, que es todo un mundo cultural. El mercado de Cumaná es idéntico al mercado de Comalcalco. Los cangrejos amarrados juntos, los hicacos, que yo comía con mi abuela.

EL TEATRO: DE FORMA PARTICULAR
_Una relación importante en el desarrollo de tu carrera ha sido la del teatro…
_Trabajé en teatro muy jovencita, donde están las actrices, el director, la pintora que sigue siendo muy amiga mía; Magaly Lara.  Jesusa era la actriz, Liliana hacía la música. Era un mundo en el que convivíamos, nos pasábamos autores, opinábamos. Nos formábamos en colectivo. El trabajo del escritor es un trabajo muy solitario.
_ ¿Ves en el teatro una forma particular de escribir?  ¿Piensas como yo que su gran dificultad reside  en contar todo en un espacio determinado y en un tiempo determinado?
_El teatro hay quien lo piensa como el cuento, que tenga un arco como en el cuento y que tenga una eficacia como el cuento.  Hay unos locos como yo, que creemos que el teatro se parece más a la novela que al cuento. Que en el teatro hay necesidad de una experiencia, bien efectiva, visual, sentimental. Para que esta experiencia ocurra no necesariamente hace falta el arco que es una experiencia narrativa. Yo escribí mucho teatro en los 80 pero no son piezas que tengan eso, más bien son un desvío. Más que tener el arco hay que tener la fuerza. Incluso las piezas musicales que escribí han sido siempre tentando la estructura, considerando incluso quienes eran los actores y actrices, haciéndolo un poco a la medida de la persona, sacándole al máximo su potencialidad, considerando incluso en qué lugar va a ser. Está buscando una conexión más directa con el espectador, en una conexión más intima, más cercana a la poesía.
_¿Y ante ese reto, cual ha sido la respuesta de los espectadores?
_La respuesta es muy disímil, incluso en una obra mía que se llama “Cocinar hombres” que ahora va a ser montada de nuevo en México, desde el primer día la mitad de los espectadores aplaudieron de pie y la otra mitad estaba furiosa. Había gente que se salió en el intermedio que le pareció malísima. Después del estreno sin embargo, yo pensé hasta aquí llegamos y mi compañero que era co-productor de la obra dijo, no eso no es así, se ha trabajado, hay una inversión. En fin, la obra duró tres años presentándose y bajó de cartelera porque ocurrió el terremoto en Ciudad de México, y ya no tenía que ver con lo que ocurría. Durante ese tiempo siempre pasó lo mismo, a la mitad le gustaba y a la otra mitad no le gustaba.
_ ¿Hay algo de irreverencia frente a la gente que es muy formal?
_Si, les parece fatal. Alguien que tiene una mirada que solo busca una estructura piensa que estoy loca. Si, acepto que estoy loca y me parece perfectamente razonable el estar loca. Ese es el teatro que hago yo.

CON MANO FIRME
_ La relación con la poesía, tuvo que ver con ese momento que identifica la México de los setenta y los ochenta como un país con un gran movimiento poético
_ Si, bueno, yo vengo de un mundo de poetas. Estaban los círculos de poetas.  En México, todos queríamos ser poetas. Me llamó mucho la atención cuando entré en la universidad que yo creía que yo era la única. Caminaba un  metro por encima de la tierra y es allí donde descubro que éramos muchos, muchos.
_ Se dieron unas condiciones especiales…
_El llamado libro de texto gratuito nos volvía lectores. La escuela nos volvía lectores, la figura de Paz, la de Efraín Huerta, la de Arriola; la figura de Rulfo, el no era una figura muy atractiva pero lo era su obra; José Revueltas que estaba en la cárcel, era el único que no pactaba con el Estado, era un cuentista muy especial, tenía un mundo formidable. Yo nunca lo conocí y  lo lamento mucho. Yo creo que fue esto, la fuerza de un mundo cultural. El Estado fue muy generoso con eso y estaba además la herencia de los refugiados españoles. Fue un México muy rico, con una intensa actividad cultural.
_ Una vez que desarrollas tu carrera de escritora, tu gran producción nos habla de una persona disciplinada…
_ Es difícil hablar de disciplina en un poeta. Cuando empecé a escribir teatro y novela la disciplina me la fui formando, aunque nunca me impuse que tenía que trabajar tantas horas, hacer tantas páginas, pero sí, soy muy disciplinada, trabajo siempre. Creo que la disciplina es fundamental, continuar siendo lector es fundamental, corregir es lo más importante. Escribir no sirve para nada si uno no corrige. Ser honesto con uno mismo, no tener más lealtad que hacia el texto, no tener agenda, no obligar al texto a irse por un lado y no por el otro.
_ De todo el proceso tan exigente que significa escribir, qué puedes destacar?
_He tenido la suerte de hacer unos trabajos colectivos. Se aprende mucho del prójimo. Ahora la experiencia con este jurado del Premio Rómulo Gallegos del cual formé parte, ha sido muy bueno. Ha sido una experiencia entre lectores muy formados. Todas las discusiones que tuvimos fueron discusiones literarias, fue delicioso. De esas cosas que no voy a olvidar nunca porque el dialogo ha sido muy enriquecedor.
_ Hay quienes piensan que para escribir lo importante es la disciplina, para otros lo importante es la inspiración…
_Yo soy de las dos opiniones y de una manera muy estricta. Yo creo que sin disciplina uno no llega a ningún lado. Incluyendo la inspiración, porque si no hay disciplina no va a llegar la musa directamente. Por otro lado es cierto también que hay algo que uno no controla.
_¿Crees que tu oficio se debe a la acumulación de códigos que has guardado a lo largo de tu vida?
_Si, es cierto sin duda, es tu aliento, tu formación, pero siempre hay elementos que se escapan y que no están en la propia persona. Yo creo que la novela por ejemplo la escribe también la ciudad, no solo el autor. Hay una cosa que respira colectivo, que hay en el grupo al que perteneces, así como hay una parte que está fuera y que tiene que ver con el “ángel”,  eso que no sé como lo llama la gente.
_¿En este momento qué protagoniza tu actividad?
_Mi habitual se llama avión, viajo muchísimo. Me paso la vida brincando  para arriba y para abajo. Este año creo que estuve en Nueva York cuatro fines de semana en total.  Es la cantidad de idas y venidas de trabajo, lo importante es que escribo en todos los sitios.
_¿Qué es lo más reciente?
_Acabo de escribir el guión de una película que ya se filmó y estrenamos cualquier día de estos. ES el mismo caso del teatro. Es muy raro, la escribí como escribo el teatro, pensando en los actores, la escribí pensando en el 2010, en nuestro bicentenario y es la historia de una casa, contando la historia de México desde una pared. Se llama “Las Paredes hablan”.  El problema con el cine es que es muy caro. Vamos a ver cómo nos va. La película es con Kuno Becker, María Aura; Paulina Gaitán, Joaquín Cosio, Héctor Bonilla, son actores muy de primera línea. El fotógrafo es esplendido, el director Antonio Zavala, es muy bueno, tiene una sensibilidad muy fuerte. El productor es Andrew Fierberg, un neoyorkino que me buscó porque quería hacer la adaptación de otra novela mía para cine. Su compañía productora se llama Box.  Este es un experimento muy relativo, porque  éramos 198 personas trabajando en esto.
_ De cara hacia el futuro?
_Estoy escribiendo una novela, no puedo hablar de ella porque soy muy supersticiosa. Si uno cuenta lo que está escribiendo se te cae por la boca. Yo sola voy creciendo con lo mío o siendo lo que soy.  Cargando lo que ya hice. No es perdida lo que uno escribió, es ganancia. Espero solo tener vida, mi mamá murió muy joven a los 36 años, así que yo cada año que vivo también es ganancia. Ya tengo 57. ¡Qué maravilla! A ver a dónde llego.

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