DONDE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN NO TIENEN UNA FRONTERA FIRME
Por: Inés Muñoz Aguirre.
El aplauso no es lo mismo que el amor. Tampoco es lo mismo que la aprobación y mucho menos tiene que ver con eso de ser buena hija, buena esposa y buena madre. Mónica Montañés escribió “El aplauso va por dentro” y a partir de allí la vida se le convirtió en un después. Con quince años más, ella está allí, tratando de encontrarse a sí misma, mientras se inventa personajes. Quizá se busca en alguno de ellos y cuando los mira cara a cara para preguntarles si se conocen de antes, decide seguir de largo, porque son muchos los que viven en su misma cama, en un mismo espejo y en un mismo rincón. El rincón solitario en que se pierde cuando es la niña de los ojos grandes o el rincón de la seducción cuando se calza las plataformas rojo sangre.
Me siento frente a ella, escritorio de por medio. Es su territorio, pero es mi escena. La que voy a escribir a partir de sus respuestas. En una casa donde los juguetes son dueños del espacio porque están sobre una mesa, sobre el sofá, en el estacionamiento o en la grama para que su hijo juegue, decido que la primera protagonista es la niña y nadie más.
-¿Qué creías que iba a ser de tu vida, cuando eras niña?
- Yo me pasé toda mi infancia y adolescencia jurando que iba a ser médico.
-Pero creciste rodeada de libros…
-Absolutamente. Además hija única y pésima deportista. Mi refugio en la adolescencia fueron los libros. De hecho mi mamá me creó el amor por la lectura con los libros de Agatha Christie. Ellos tenían al principio una descripción de los personajes y mi mamá me proponía cambiarles los nombres y en lugar de que la señora por ejemplo se llamara Jaconsen, era Rosalía la vecina del frente. Tenemos historias de eso porque mi abuelita que sufría de Alzheimer y que ya no tenía muy claras las fronteras entre la realidad y la fantasía, se confundía más cuando aparecía la vecina de al lado que habían matado o uno de nuestros amigos o peor aún aparecía en nuestra casa alguien de la familia que habíamos decidido que era un asesino.
- Todo eso se tiene que quedar en el alma de un niño, tiene que empezar a entretejer algo que luego se manifiesta…
- Si. Imagínate que mi tercer cumpleaños se celebró en el Tilingo, en una función que hacía Pilar Romero. ¿Te das cuenta, Pilar Romero? Yo recuerdo que fuimos mi mamá y yo, una amiga y su hijo. Cuando llegó el momento del vals, mi noviecito de tres años y yo nos montamos en el escenario, bailamos y los personajes me cantaron el cumpleaños. Capaz que desde allí se me creó la idea de escribir. Quizá fue allí cuando empecé a escribir sin saberlo, porque quizá es cuando entendí que la realidad y la ficción no tienen una frontera firme. Que en la vida la gente normal se puede subir al escenario y te pueden aplaudir.
DE LA ADOLESCENCIA A LA JUVENTUD.
En la conversación, porque de esto se trata, Mónica busca amarrar señales. En este momento pareciera haberse instalado en ella un gran signo de interrogación. Los hijos únicos tienden a la búsqueda de un mundo paralelo en el que le dan vida a las ausencias. En eso también se basa la vida del escritor aunque esté rodeado de hermanos. Cada hoja en blanco es el nuevo reto que lo hace un poco Dios, porque crea todo lo necesario para que un nuevo mundo tome forma.
-¿Cómo y dónde te descubres escribiendo?
- Toda la vida. Tuve la suerte de que estudié con dos hijas de Héctor Mujica en el Santiago de León de Caracas. Yo iba a hacer trabajos a su casa de Los Palos Grandes. Yo alucinaba de entrar a su “bunker” y ver sus libros y a él lo alucinaba que una chamita que escribía cuentos se los llevara para que él los leyera. El los mandaba al Concurso de El Nacional que por supuesto jamás me gané. Obviamente, yo jamás me plantee que esa pudiera ser una manera de vivir.
-¿Cuál es tu visión en éste momento de esos textos que escribías, los has vuelto a revisar?
-No, más nunca. No se me había ocurrido. Lo que sí y eso lo pienso ahora, es que yo tuve muchos privilegios y escribía sobre los temas que a uno lo inquietan a esa edad. Hacía metáforas de lo que ocurría en mi casa. Una vez escribí un cuento de muchos personajes y más largo que los que había escrito antes y como siempre he sido desfachatada, me fui a una conferencia de Isabel Allende sobre su primer libro. Ella escribía en El Nacional, le llevé mi cuento en un sobre con mi teléfono y todo. Ella tuvo la inconmensurable generosidad de llamarme e invitarme a tomar un café. Me dio su punto de vista del cuento. Recuerdo que me habló de los personajes y me dijo que allí habían unos personajes extraordinarios que se notaba que yo los conocía, pero que habían otros muy maniqueos que estaban trabajados desde el perjuicio y que ningún escritor puede escribir desde el perjuicio. Eso fue una revelación.
- ¿Qué otra influencia puedes recordar?
-La otra gran influencia que tuve fue que mi mamá me dijo te tienes que leer “Un mundo para Julios” de Bryce Echenique y me fascinó, porque yo no tenía relación con el campo, ni con la gente pobre, no me pasaban las cosas que le pasaban a los personajes de García Márquez y yo pensaba “Dios mío, no voy a poder escribir”. Por eso Bryce Echenique que escribía de otra cosa, de la clase media, fue un gran descubrimiento para mí. Muchos años después me tocó entrevistarlo en rueda de prensa y le dije que más que una pregunta yo lo que quería era darle un agradecimiento de que en América Latina se podía escribir de otra cosa, porque hubo un momento en que la literatura era sobre la gente pobre, el cine, el teatro, todo era así.
¿Y es así como llegas a la comunicación Social?
- Bueno, cuando pensaba en estudiar medicina, yo no tenía plan B. Mi planilla del Consejo de universidades, tenía como primera, segunda y tercera opción medicina. Ni siquiera me puse una alternativa y cuando llegué a quinto año, quedé en blanco. Me dije: Yo no quiero ser médico. Fui a un curso de orientación en la Central. Me hicieron unos cuantos test y quedé ingeniero, porque yo era muy buena en física y por lo visto eso tiene que ver. ¡Yo dije que ni muerta! Me dijeron que había un piquito que indicaba que me gustaba escribir y que podía estudiar Comunicación Social.
- ¿Cómo asumiste el ir de un extremo a otro?
- Yo ni sabía que era eso, no era una carrera de moda. La orientadora me habló, de lo que podía hacer con la carrera y decidí estudiar en la Católica porque la Central vivían cerrándola. Entré y fue el descubrimiento sobre todo del área Audiovisual. Por otra parte me dediqué a hacer talleres. Yo siempre he sido una tallerista nata
-¿Qué estudiaste en esos talleres?
-Estudié actuación con Ricardo Lombardi y Ada Nocetti; fotografía con Ricardo Ferrer en la Newman, estudié sobre la telenovela brasileña con Blanca Sánchez. Hice el taller con David Suárez de guión y cine con Jean Luc Carrier que lo trajo la ANAC.
- ¿Y cómo comenzó el ejercicio del periodismo?
-Cuando me gradué el primer trabajo que conseguí fue en el Séptimo Festival Internacional de Teatro. Llevé los papeles y quedé como Directora de Comunicaciones Audiovisuales. Mi jefe era Carlos Pérez Ariza que de ahí se fue a El Diario, cuando él me planteó la posibilidad me fui al periódico y cubrí cine, después teatro y telenovela, porque se iba reduciendo el personal. Cuando yo entré habían once periodistas y cuando salí con el cierre éramos dos y un pasante.
-¿En qué momento comienzas a plantearte escribir, más allá del periodismo?
- Bueno, yo quise entrevistar a David Suárez el guionista. Yo lo describí a él como alguien que andaba robándose los gestos de los demás, robándose personajes. Poco tiempo después el me llamó y me dijo que él iba a dar un taller y quería que yo lo hiciera, porque el pensaba que yo podía escribir otra cosa. Total que con todo y los talleres yo no me lanzaba hasta que le hice la entrevista a Mimí Lazo que se llamó “Uno viene al mundo con el deber de cumplir sus sueños”. Fue una entrevista que le hice como mujer, no como actriz y es donde ella me plantea que quisiera hacer algo que se pareciera más a ella y no a la bomba sexi que siempre hacía. No sé porque yo me lo tomé como una tarea que tenía que cumplir
- ¿Cómo inicias la tarea?
- En esa época yo me acababa de divorciar e iba a un gimnasio como a las 8 de la mañana donde no iban jovencitas que se tenían que ir corriendo por el trabajo, casi todas eran cuarentonas y el personaje me nació allí.
¿Cuáles fueron tus retos para alguien que nunca antes había escrito teatro?
-Tenía ideas de que herramientas podía necesitar un actor. Así saqué la estructura. Tomé la clase de aeróbico y me plantee que era lo que yo quería decir. Quería hablar sobre una mujer profesional, exitosa, de la que no se había escrito hasta ese momento aquí y quería hablar de la soledad de la mujer contemporánea.
- ¿Fue un texto que confrontaste con la actriz?
- No, hasta que estuve el trabajo listo. Se le mandé a Mimi por fax y empezamos a buscar quien quisiera montarla, pasó un año hasta que llegó Gerardo, porque antes cuatro directores nos mandaron pal´carajo
- ¿Podemos decir quienes fueron esos directores?
- Noooooooooooooo!!!
-¿Obviamente ellos se lo perdieron y hoy en día lo deben tener muy claro. ¿Te sientes marcada para el resto de la vida?
- Yo creo que más allá de que con El Aplauso llegó la fama y me abrió las puertas de otras cosas que ahora disfruto mucho, es que es un sueño que se le cumplió a Mimi. No a mí, porque yo no lo había soñado. Así que yo no tengo la sensación de que ya yo llegué o que ahora yo tengo que hacer siempre eso. Afortunadamente “El aplauso” me agarró chamita, sin haber tenido que parir para lograr eso, pero te quiero decir que hay una cantidad de amistades que yo perdí a raíz de eso. Hay una cantidad de afectos que me abandonaron a raíz de eso
- ¿Por qué?
- Porque el éxito molesta mucho y yo no tenía idea de eso.
- El éxito cobra…?
-Sí. Cobra.
-¿Cómo lo superaste?
-Logré como aferrarme a una sensación muy sabrosa que es la de ver tu personaje en escena. Lo más sabroso fue cuando como tres días antes del estreno Gerardo que es muy celoso de su trabajo me dejó ver un ensayo. Cuando Valeria entró por primera vez y saludó, allí fue la primera vez que me dije esto es lo que yo quiero hacer por el resto de mi vida. Cuando descubres eso, lo demás no importa. Para mí es un privilegio ver a un personaje mío respirando. En ese momento me conseguí.
- ¿En la historia que te rodea a partir del aplauso qué cambiarías?
- Cuando ahora veo la obra me dan ganas de llorar por la carajita que escribió “El aplauso”. Yo a ella le diría: que le deje de importar que la gente te quiera. Yo dejé de disfrutar cantidad de cosas, para que la gente no fuera a decir que yo había cambiado. Ahora pienso que he debido estar más tranquila, que debí disfrutar más.
- ¿Y cuándo hablas de esta obra quince años después, crees que la mujer de hoy, cambió, qué tu cambiaste?
-Está en eso. En este momento en que escribo una cosa para la celebración de esos 15 años del Aplauso me digo: Valeria tiene 15 años entrando al gimnasio todos los días por primera vez. Con la misma esperanza, esperando la misma llamadita y nosotros que seguimos yendo a verla. Quizá si tú me haces esa pregunta hace cinco años, te digo que sí, que yo aprendí mucho de la obra porque allí hay frases que están escritas, no porque yo las creyera sino porque las mujeres las decimos
- Para mí la conclusión bastante más fuerte es que el que Valeria entre todos los días al gimnasio tiene que ver con una realidad, que lo que pasa es que la mujer no cambia…
- ¡A eso es a donde voy! Esa fue mi conclusión final. Tengamos la edad que tengamos tenemos la misma esperanza. Lo que nos toca aprender es que el desastre está en que pensamos que la vida real es un sueño incumplido, un príncipe azul, una valoración externa, esa vulnerabilidad increíble de cosas que ella sueña. No son los tipos. Es una vaina tuya.
- Es lamentable
-Yo no me separo de eso. Lo estoy digiriendo y creo que ese personaje está en toda mi obra.
EL NUEVO PERSONAJE
La Mónica del cuento ocupa su espacio para dar paso a la dramaturga, la dramaturga ocupa su espacio para dar paso a la mujer. La mujer sigue de largo para dar paso a la escritora de telenovelas, pero cada una va y viene, tejiendo círculos constantes. A pesar de la búsqueda pareciera que jamás se va a tropezar con el momento en que se permitirá declararse conforme.
Allí estamos una frente a otra, yo no quise hablar del Aplauso, pero no pude escaparme. Parece tatuado en el espacio, no de tanto repetirse, sino de tanto indagar a través de él. Los personajes de una u otra forma tienen un cordón umbilical que los amarra a sus autores. Fueron paridos y como hijos hay que cuidar de ellos, a veces nos confrontan y otras nos abandonan convirtiéndose en completos desconocidos.
- ¿Suerte, destino o tu proceso te iba a conducir a encontrarte?
- Me lo estás preguntando en un momento en que yo me estoy revisando, porque ¿cómo es que yo he llegado tan lejos, si nunca me lo había planteado? Esto me coincide leyendo “La Reina del Sur” de Pérez Reverte que no tiene nada que ver pero a la protagonista, un personaje le recrimina su ambición. El personaje reflexiona que no es que ella dijo en Sinaloa que iba a hacer la más grande, simplemente ella fue resolviendo todos los escollos que le iba planteando el destino.
- ¿Con esto me quieres decir que crees en el destino?
- Yo no estoy muy segura si creo o no en el destino, pero sí creo que ha habido una consecuencia lógica de una cantidad de tareas que yo fui haciendo. Hay una especie de rompecabezas donde la suerte tiene que ver, pero donde también tenían que estar todas las piezas para que pudieran encajar. Si volteas a ver atrás toda mi vida tuvo que ver con esto.
- ¿Qué referencias te impactan más en tu búsqueda actual?
- Yo vi a mi mamá pasarse la vida trabajando, presentando su obra como ceramista en todos los salones y ser rechazada y de repente a los sesenta años no se qué cuadratura cambió en su vida y comenzó a ser reconocida y aceptada en su trabajo. A lo mejor el planeta del momento tenía que ver con la casa porque esa situación coincidió con lo del Aplauso. Pienso que es una tronco de edad para tener éxito porque mi mamá se gozó su situación, sabía el privilegio que tenía y lo que le había costado llegar a esa circunstancia.
- Yo creo que es así, se va sumando…
- Si, yo veo mi vida de aquí para atrás y ahora podría decir que todo está clarito, pero no es así. Jamás me plantee que iba dedicarme a esto, todo se fue dando.
- ¿Hay una forma especial de llegar a tus personajes?
- La entrevista es una herramienta que yo uso para escribir personajes que no tienen que ver conmigo. Entrevisto mucho a la gente sin que ellos se den cuenta. Cuando paso a teatro la diferencia está en que soy yo y mis demonios. Es cuando estoy más sola.
- Con el reto de un tiempo y un espacio limitadísimo…
- Exactamente. Eso forma parte también de los demonios y eso lo tienes que lograr.
- ¿Y en televisión?
- En televisión me parece que lo más alucinante de tu trabajo es que tienes que levantarte a Yuleisy, tienes que gustarle a Yuleisy y además tiene que gustarle a la gerencia
- Dos extremos completamente opuestos
- Imagínate pues. Creo que no se cruzan jamás, ni por cinco minutos en un año. Ese es el reto más fuerte de la televisión. Entonces te planteas cuando logras venderle una idea a Rondón o a Grijalba. ¿Esa será realmente la idea que quiere ver Yuleisy?
- ¿Dónde se hace el click?
- El click lo tiene que hacer uno, cuando se lo cuenta a la gerencia con una forma de explicarlo que no es la misma con que se lo cuentas al otro lado
- Pero tiene que haber un punto adicional donde se haga un nudo con el hilo…
- Tiene que ser el amor. Que la historia de amor y lo que impide que esa gente se ame sea el punto universal que conecta a los dos extremos. La telenovela tiene esa obligación. Ni siquiera el cine. La televisión tiene que gustarle a todo el mundo.
- ¿No hay otros elementos independientemente del amor que nos unan a todos?
- Ese es un reto que me tiene mi papá. Por su culpa me paso viendo que otros dramas puedo abordar. De hecho hay otras cosas que se están haciendo porque en la mujer ha cambiado lo que queremos ver de nosotras mismas. Yo pensaba que la telenovela podía servir también para confrontar, pero la experiencia me ha enseñado que cuando tu trabajas buscando éxito y ese es el norte de la telenovela, porque además hay un realero invertido. Es un negocio y si en los negocios no tienes éxito, fracasas y punto. Tú tienes que hablar de cómo nos gusta vernos. La mujer venezolana le gusta esa imagen de que puede con todo. ¿Ahora, lo somos realmente? La pregunta sólo la puedes hacer si la obra va para la Horacio Peterson, pero no si va para televisión. Porque habrá unas 200 mil mujeres dispuestas a verse reflejadas en el teatro, pero en televisión no.
- ¿Por qué Maigualida fue rechazada?
- Los personajes, además de Valeria que yo he escrito para Mimi, siempre han sido un éxito. Allí están. Brigitte en Guerra de Mujeres, Gladys López la sirvienta, la que quiso soñar y se atrevió. Maigualida era una coño de madre, desleal, engañosa, mala amiga y eso no nos gusta de nosotros mismos. Puedes tener temas aspiracionales, el ascenso de un personaje, la salvación de una empresa, eso va perfecto y lo más universal es el amor.
- ¿El espectador no le da al escritor una salida posible?
- Lo puedes hacer pero en detalles. Colar escenas.
- ¿Y La señora de Cárdenas?
- Produjo la ruptura entre La Cenicienta y una señora mucho más real pero mantuvieron siempre a la mujer maravillosa. Ella es exitosa, Cárdenas era el malo. En televisión hay que trabajar lo que nos gustaría ser, no lo que somos.
- Tanto en televisión como en el teatro, hay un común denominador que es con el personaje. Es el punto central. ¿Cómo convives con ellos, de dónde salen, de qué rincones?
- Ah, me encanta, porque es donde más me detengo. Mis telenovelas son de personajes. Están en mí, en mi familia. En la gente que conozco. Yo desde niña y aun pasándome las cosas más dramáticas de mi vida y eso nunca se lo he dicho a un periodista hay una parte de mi cerebro que dice en medio de lo que me está pasando ¡Carajo, que gran escena! Eso me crea un cierto distanciamiento. Eso es malo para mi vida real, pero excelente para el trabajo.
- Asumiendo que puedes hablar con tus personajes ¿Que sería lo más fuerte que le dirías a uno de ellos?
- Lo peor que le puedes decir a un personaje es que no lo vas a escribir
- ¿ Y lo más doloroso?
- Que no te interesa
- ¿Qué cariño le harías a un personaje?
- Decirle que cuando lo escribas, todo va a salir bien
- ¿Cuál crees que es el mejor regalo que puedes darle?
- Que su historia sirvió para la vida de alguien
- ¿Y el mejor regalo para ti?
- El que siempre tenga una historia que contar
No hay comentarios:
Publicar un comentario